La Camarera de la Heladería
es joven, bastante joven,
y los chicos hacen cola en el banco
a la espera de una mesa
mientras ella atiende a los clientes.
los chicos le hacen comentarios maliciosos y
atrevidos
en voz muy baja.
todos quieren
acostarse con ella
o
al menos
que les preste atención.
oye los
comentarios entre susurros
le gusta mucho oírlos
pero dice,
una y otra vez:
-¡calla!, ¡ay, anda, calla!
el asunto sigue y
sigue:
los chicos continúan y
ella continúa:
-¡ay, calla!
en una voz sin
encanto ni melodía
en una voz sin calidez ni gracia
en una voz
increíblemente
fea:
-¡ay, cállate ya!
pero los chicos ansiosos
no son conscientes de su
tono de voz
y lo más probable es que
aquel que
por fin viva con esa voz
aún no este sentado allí.
su marido del
futuro
acabará por comprender
la horrible realidad de
esa voz
y pensara:
ay, dios mío
ay, dios mío
ay, dios mío
¿qué he hecho?
¿es que
nunca
va a
callarse?
Charles bukowski, ¡Adelante!
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