No estaba en absoluto prohibido abandonar la ciudad-laberinto.
Al contrario, quien lo lograba era mirado como un héroe,
un bienaventurado y su leyenda será contada durante mucho tiempo.
Pero eso sólo les estaba reservado a los dichosos.
Las leyes a que estaban sometidos todos los habitantes del laberinto
eran paradójicas, pero inmutables.
Una de las más importantes decía: sólo quien abandona el laberinto
puede ser dichoso, pero sólo quien es dichoso puede escapar de él.
Michael Ende, El espejo en el espejo
Michael Ende, El espejo en el espejo
Editorial Matiz, colección Añil
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El laberinto en el espejo por Dionisio Leva Soldado se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
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